Carta Encíclica Miserentissimus Redemptor Del Sumo Pontífice Pío XI (Parte 2)

CARTA
ENCÍCLICA MISERENTISSIMUS REDEMPTOR  DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI SOBRE LA EXPIACIÓN QUE
TODOS DEBEN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS

Causa de
muchos bienes

14. Pues
bien: venerables hermanos, así como la devoción de la consagración, en sus
comienzos humilde, extendida después, empieza a tener su deseado esplendor con
nuestra confirmación, así la devoción de la expiación o reparación, desde un
principio santamente introducida y santamente propagada. Nos deseamos mucho
que, más firmemente sancionada por nuestra autoridad apostólica, más
solemnemente se practique por todo el universo católico. A este fin disponemos
y mandamos que cada año en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús -fiesta
que con esta ocasión ordenamos se eleve al grado litúrgico de doble de primera
clase con octava- en todos los templos del mundo se rece solemnemente el acto
de reparación al Sacratísimo Corazón de Jesús, cuya oración ponemos al pie de
esta carta para que se reparen nuestras culpas y se resarzan los derechos
violados de Cristo, Sumo Rey y amantísimo Señor.

No es de
dudar, venerables hermanos, sino que de esta devoción santamente establecida y
mandada a toda la Iglesia,
muchos y preclaros bienes sobrevendrán no sólo a los individuos, sino a la
sociedad sagrada, a la civil y a la doméstica, ya que nuestro mismo Redentor
prometió a Santa Margarita María «que todos aquellos que con esta devoción
honraran su Corazón, serían colmados con gracias celestiales».

Los
pecadores, ciertamente, «viendo al que traspasaron»(46), y conmovidos por los
gemidos y llantos de toda la
Iglesia, doliéndose de las injurias inferidas al Sumo Rey,
«volverán a su corazón»(47); no sea que obcecados e impenitentes en sus culpas,
cuando vieren a Aquel a quien hirieron «venir en las nubes del cielo»(48),
tarde y en vano lloren sobre E1(49).

Los justos
más y más se justificarán y se santificarán, y con nuevas fervores se
entregarán al servicio de su Rey, a quien miran tan menospreciado y combatido y
con tantas contumelias ultrajado; pero especialmente se sentirán enardecidos
para trabajar por la salvación de las almas, penetrados de aquella queja de la
divina Víctima: «¿Qué utilidad en mi sangre?»(50); y de aquel gozo que recibirá
el Corazón sacratísimo de Jesús «por un solo pecador que hiciere
penitencia»(51).

Especialmente
anhelamos y esperamos que aquella justicia de Dios, que por diez justos movido
a misericordia perdonó a los de Sodoma, mucho más perdonará a todos los
hombres, suplicantemente invocada y felizmente aplacada por toda la comunidad
de los fieles unidos con Cristo, su Mediador y Cabeza.

La Virgen Reparadora

15.
Plazcan, finalmente, a la benignísima Virgen Madre de Dios nuestros deseos y
esfuerzos; que cuando nos dio al Redentor, cuando lo alimentaba, cuando al pie
de la cruz lo ofreció como hostia, por su unión misteriosa con Cristo y
singular privilegio de su gracia fue, como se la llama piadosamente,
reparadora. Nos, confiados en su intercesión con Cristo, que siendo el «único
Mediador entre Dios y los hombres»(52), quiso asociarse a su Madre como abogada
de los pecadores, dispensadora de la gracia y mediadora, amantísimamente os
damos como prenda de los dones celestiales de nuestra paternal benevolencia, a
vosotros, venerables hermanos, y a toda la grey confiada a vuestro cuidado, la
bendición apostólica.

Dado en
Roma, junto a San Pedro, día 8 de mayo de 1928, séptimo de nuestro pontificado.

ORACIÓN
EXPIATORIA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Dulcísimo
Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el
olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar.
Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y
las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso
Corazón.

Recordando,
sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y
sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para
nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que
cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y
alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía,
obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley,
pisoteando las promesas del bautismo.

A1 mismo
tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos
proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las
torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las
almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias
dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu
Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con
que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas
públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada.

¡Ojalá que
podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como
reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las
expiaciones de tu Madre la
Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella
satisfacción que tú mismo ofrecisté un día en la cruz al Padre, y que renuevas
todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en
cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados
cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con
la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley
evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras
fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento.
Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen
María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de
la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y
servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el
Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Notas

1. Mt
28,20.

2. Sab 8,1.

3. Is 59,1.

4. Col 2,3.

5. Gén
2,14.

6. Lc
19,14.

7. 1 Cor
15,25.

8. Ef 1,10.

9. S. Th.
II-II q.81, a.8c.

10. Ef 2,3.

11. Heb
10,5.7.

12. Is
53,4-5.

13. 1 Pe
2,24.

14. Col
2,14.

15. 1 Pe
2,24.

16. Col
2,13.

17. Col
1,24.

18. Conc.
Trid., sess.22 c.2.

19. Rom
12,1.

20. Epist.
63 n.381.

21. 2 Cor
4,10.

22. Cf. Gál
5,24.

23. 2 Pe
1,4.

24. 2 Cor
4,10.

25. Heb
5,1.

26. Mal
1-2.

27. 1 Pe
2,9.

28. Heb
5,1.

29. Ef
4,15-16.

30. Jn
17,23.

31. In Ioan. tr.XXVI 4.

32. Is
53,5.

33. Is 5.

34. Lc
22,43.

35. Sal
68,21.

36. In Ps. 86.

37. Hech
91,1.

38. Hech 5.

39. 1 Cor
12,27.

40. Ibíd.

41. 1 Jn
5,19.

42. 2 Pe
2,2.

43. 2 Tes
2,4.

44. Mt
24,12.

45. Rom
5,20.

46. Jn
19,37.

47. Is 46,8.

48. Mt 26,64.

49. Cf. Ap
1,7.

50. Sal
19,10.

51. Lc
15,4.

52. Tim 2,3

Sobre Prof. Felipe Aquino

O Prof. Felipe Aquino é doutor em Engenharia Mecânica pela UNESP e mestre na mesma área pela UNIFEI. Foi diretor geral da FAENQUIL (atual EEL-USP) durante 20 anos e atualmente é Professor de História da Igreja do “Instituto de Teologia Bento XVI” da Diocese de Lorena e da Canção Nova. Cavaleiro da Ordem de São Gregório Magno, título concedido pelo Papa Bento XVI, em 06/02/2012. Foi casado durante 40 anos e é pai de cinco filhos. Na TV Canção Nova, apresenta o programa “Escola da Fé” e “Pergunte e Responderemos”, na Rádio apresenta o programa “No Coração da Igreja”. Nos finais de semana prega encontros de aprofundamento em todo o Brasil e no exterior. Escreveu 73 livros de formação católica pelas editoras Cléofas, Loyola e Canção Nova.
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